lunes, 6 de abril de 2020

IGUALES

Nos encontramos en una situación que es nueva para todos. Algunos la comparan con la postguerra, aunque quienes ni siquiera vivimos el régimen podemos opinar por la información que nos hayan hecho llegar que, sin duda, será subjetiva dependiendo de lo que tocara vivir los que nos la proporcionan.
En esta ocasión, sí que podemos hablar desde la experiencia. Pero estoy segura de que hay tantas perspectivas como personas dependiendo de innumerables factores (situación laboral y económica, profesión, ideología, contexto familiar, salud física y psicológica, carácter...).
En esta conjetura, me pregunto, ¿qué es criticable?.
Hoy estoy pensando en aquellos abocados a vivir al día, que carecen de ahorros, de forma habitual no tienen más que para subsistir y han visto cercenadas sus fuentes de ingresos. Una vez que se acaba la liquidez, ¿qué hacen?, ¿y si no disponen de familiares o amigos a los que recurrir?. La comida, los productos para la limpieza del hogar o la higiene personal no los regalan, cuestan dinero. ¿Y si no hay dinero...?
Estoy pensando en quienes viven situaciones conflictivas en el seno de la familia, matrimonios o parejas rotas que aún no disponen de domicilios diferentes, mujeres y hombres maltratados, física o psicológicamente, por sus cónyuges o parejas sentimentales, padres y madres -también existen- maltratados por sus hijos, mayores y descendientes con relaciones tensas.
Pienso en las personas que sufren patologías agravadas por el confinamiento (tipos de esquizofrenia, autismo, fobias...).
Me pongo en muchas más pieles, en la de todos aquellos a las que este devenir histórico propio de las películas de ciencia ficción a las que tan aficionada soy ha añadido un plus de malestar por sus particulares circunstancias.
Y siento que, si bien no estoy del todo segura de que ello suceda -porque los seres humanos tendemos a olvidar muy pronto-, deberíamos dejar a un lado las diferencias y convencernos de una vez por todas de que hay muchos más elementos que nos hacen ser iguales o, cuando menos, parecidos que elementos diferenciadores, que la discriminación debiera desaparecer. Porque, como en múltiples artículos y exposiciones he afirmado y defendido a lo largo de mi vida, no hay más que una verdad y es que todos, al margen de ideologías políticas, credos religiosos, razas, pertenecemos a una misma especie, la humana.
Y, sin el menor atisbo de duda, cuando la miseria acecha, cuando la enfermedad atrapa, cuando la muerte ataca con su guadaña, no hace distinciones entre unos y otros y todos, sin excepción, podemos ser sus víctimas. Ayer, hoy, mañana y siempre.

Un abrazo Universal, para todos,

Estefanía Benítez.

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